Diario de una premamá (9)

Y LENTEJITA ES…


Entre obras y aprender a cocinar llega la semana 20 y por tanto, la segunda ecografía, en la que te dicen el sexo del bebé.

He de decir que en los últimos días he ido haciendo una porra entre amigos y familia para ver quién acierta y que el 90% de los participantes se han decantado porque Lentejita es ella.


Las razones son variadas: tengo cara de llevar una niña, la forma de la tripa, según mi abuela le toca tener una bisnieta y no un bisnieto… etc, etc.

Todo súper científico.

Jota dice que prefiere un 51% frente a un 49% que sea niña. Y yo ya me los imagino: Él sentado en el sofá abrazando a su pequeña, llenándola de besos y atenciones, enfurruñado el primer día en el que ella sale con un chico… Ante tanta presión social me rindo y empiezo a creer también que tendré que aprender a hacer coletas y moños.

Tan sólo hay tres nombres en la porra que apunta a que Lentejita será un machote: sus padrinos y el novio de una amiga cuyo razonamiento es: «Así le llevo la contraria a la parienta». Mis amigos llegan a apostarse hasta una merendola para ver quién gana. El sexo de Lentejita ahora ya es secundario. Se juegan comida, y eso en mi grupo, es más que el honor.


Dos días antes de la ecografía Jota tiene un sueño: Lentejita es un chico y yo me pongo a llorar con hipo y mocos incluidos al enterarmePor la mañana me lo cuenta y me pide que no me disguste si es un pequeñuelo. Me echo a reir. Pienso que era yo la que en un principio estaba convencida de que era un niño hasta que empecé a hacer la porra…


Y llega el gran día.


Puntualmente entramos en la consulta y me doy cuenta de que voy a tener la suerte de conocer a una tercera ginecóloga. «Por Dios, como para aprenderme el nombre de mi tocóloga» pienso. Empieza la ecografía, vaginal, como siempre.


Silencio.
Muyyyyy largo.


Pienso que me podrían poner una peli o algo mientras tanto porque estos minutos se me hacen eternos. Miro la cara de la «renueva» ginecóloga y no me aporta nada. Sólo que tiene un catarrazo de tres pares de narices y que la pobre lucha porque no se le caigan los mocos. Jota mira la pantalla con los ojos entornados… hoy parece más serio que el primer día. Quizá no se vea a Lentejita tan bien como en otras ocasiones.

Al fin la Renueva habla: » Está bien». Suspiro adelgazando 20 kg de nervios. «¿Quéreis saber el sexo del bebé?». «Sí» contestamos al unísono. «Es un niño«.

Me giro para ver la cara de Jose. Hace 16 semanas me equivoqué. No le había visto aún la mejor de sus sonrisas. Es ésta, la que le adorna ahora la cara, su mejor versión.

Me aprieta el brazo con su mano a modo de abrazo y empiezo a tener ganas de llorar. «Voy a traer un pequeño Jota al mundo» pienso. «Y éste no se va a poder quejar ni huir de mis achuchones durante al menos un año. Perfecto».

El mensaje de: «es un machote» se dispersa rápidamente entre familiares y amigos suscitando reacciones distintas:

Mi suegro está pletórico: «Le pienso dar de alta como socio del Sporting nada más nacer» dice. (Aunque lo hubiera hecho también siendo niña, para qué mentirnos).
Mi hermana da hasta saltitos al darse cuenta de que no tendrá que seleccionar la ropa de bebé que me va a dejar.



















Mi cuñada compra inmediatamente las primeras zapatillas de fútbol a Lentejita.
La madrina baila en mitad de Oviedo para celebrar que ha ganado una merienda. A su lado, otra amiga («la parienta«) grita desconsolada al darse cuenta de que ha perdido la porra, y lo que es peor: que tiene que dar la razón a su novio.
El padrino exclama » No podía ser de otra manera. A una niña no le podría contar las juergas que se corrían sus padres de jóvenes… «. 

Una máscara de terror nos cubre la cara. Lanzo una amenaza: » Tú también tendrás pequeños algún día… Todo lo que le cuentes a Lentejita, se lo contaremos a los tuyos». Ahora, el que tiene sudores fríos es él: «Cuando tenga hijos, nunca os dejaré entrar en casa», asegura.

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